Todo personal de calidad deberá decidir a lo largo de su vida laboral que clase de profesional quiere ser.
Lo más común es un individuo cuyo único objetivo es el de revisar los registros, realizar revisiones de los operarios y rellenar datos en un ordenador, ajeno a la vida humana de la empresa, sin importarle los trabajadores, aquellos que están durante 8 horas.... o más, cargando sacos, cortando carne, viendo cítricos o reparando máquinas.
A este individuo solamente le interesa que su trabajo sea lo más mecánico posible, que los datos salgan correctos y que sus jefes admiren que máquina sin sentimientos tienen bajo sus órdenes.
Luego está ese héroe de los trabajadores "a pie", ese individuo que hace su trabajo más el de los operarios. Una especie en peligro de extinción, la cual nunca debió de existir. Un profesional que cubre los errores e incompetencia de los trabajadores, una persona que no dice NO y cuyo objetivo es el de intentar tener contentos a los operarios y dirección a costa de su salud.
Ambos individuos son un peligro para la empresa misma.
El buen profesional de calidad ha de ser aquel que exija cumplir con la normativa vigente a los trabajadores pero que tenga el objetivo de mejorar la empresa introduciendo en el mismo saco de mejora a trabajadores y dirección. Aquel que le haga comprender a las altas esferas que un plan de formación para el trabajador es mejor que el ahorro de los X euros que podría significar no formarlo y que aprendiese con el tiempo. Aquel que le haga ver a TODA la empresa que mejorando instalaciones y maquinaria y apostando por profesionales comprometidos y bien formados, no será nuca un gasto, sino una inversión para la propia empresa.
El verdadero experto en calidad es aquel que hace ver a la empresa que no hace falta gastarse mucho dinero en mejorar, solo en saber donde, cuando y con quien gastárselo.
